domingo, 1 de diciembre de 2019

PRODIGIO

Andrea Simón no era una niña corriente. Quien primero reparó en ello fue su matrona: «En seguida vi que Andrea era especial. Nació con los brazos por delante y al ir a sacarla me agarró dos dedos; solo tuve que tirar de ella para que saliera como el corcho de una botella. Nunca vi nada semejante».

Cuando Andrea tenía hambre, no lloraba, cantaba La reina de la noche. Nadie entendía cómo un bebé de cuatro meses podía tener esa perfecta dicción en alemán y, aún menos, cantar con exactitud cada una de las imposibles notas de aquel aria.

El doctor que investigaba el caso dijo a los padres, bajo cuerda: «Hace tiempo conocí el caso de un niño que maullaba. Con los años aprendió a hablar, pero jamás lograron quitarle su fijación por los roedores; en cuanto veía alguno, ¡zas!, directo a la garganta. No sería ninguna locura que Andrea fuese la reencarnación de Mozart».

Con el tiempo, el registro grave de Andrea aumentó y su repertorio abarcó hasta Weiche, Wotan, weiche!, así que la llevaron a una prestigiosa escuela de música con tan solo dos años. Para entonces ya medía metro y medio y, no solo andaba, corría como una gacela y era capaz de hacer extraordinarias piruetas. En cuatro semanas ya interpretaba al violín el Concierto de Tchaikovsky, al piano el 2 de Rachmaninoff y a la travesera la Fantasía de Fauré. Sin embargo, la música no parecía interesarle. Demasiado fácil para ella...

Con seis años dominaba veintisiete idiomas, poseía grandes conocimientos de matemática avanzada, química, astronomía, filosofía, literatura... Podía recitar el Quijote, Ulises o Los Miserables de memoria, en sus lenguas originales o traducidos.

Andrea era la sabiduría personificada.

Entonces, aburrida, comenzó a crear: escribió, compuso, pintó, inventó varios objetos de primera magnitud que serían eternos, estructuró un método de economía sostenible y un sistema educacional revolucionario que cambiaría el mundo. Pero antes de que la mayoría de estas creaciones vieran la luz, Andrea desapareció.

Algunos creyeron que en ella el tiempo pasaba acelerado y que murió de vieja con siete años; otros, que tenía poderes y podía haberse vuelto invisible o sufrido una metamorfosis; pero lo cierto es que Andrea estaba oculta y encerrada en un búnker, secuestrada por el servicio secreto.

Hasta ahora habían controlado de ese modo que no saliesen a la luz sus ideas.

Sin embargo, acaba de fugarse.


4 comentarios:

  1. ¡Qué atrapante, Alma! Desde el inicio nos quedamos pegados por esa criatura, casi un mesías cuyo conocimiento cambiaría el mundo. Y evidentemente, algo así no escapa a los poderes fácticos. En ascuas me quedó pensando cómo seguiría la historia después de la fuga. Un abrazo!

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    1. Hola, David. Pues lo mismo un día de estos te saco de dudas.
      Muchas gracias por la visita.
      ¡Un abrazo!

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  2. Es muy, muy bueno, Alma. Y como a David tu relato me ha atrapado. Tiene toques de humor al mismo tiempo que parte de crítica y un desenlace que alegra y del que esperas más, mucho más.
    Me ha gustado mucho.
    Un abrazo.

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    1. ¡Hola, Irene!
      No me importaría continuarlo a ver qué sorpresas nos depara Andrea.
      Muchas gracias por la visita. Me alegra que te haya gustado tanto.
      Un fuerte abrazo.

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