viernes, 8 de noviembre de 2019

LA VENGANZA DE NORBERTO


—Sé que no te apetecerá nada que te diga cuatro cosas, pero me vas a oír igualmente. Intentas convencerte de que no te dejé otra elección, que hiciste lo que debías, pero en el fondo sabes que cometiste un grave error. Llevarme la contraria ya fue una terrible falta de respeto, pero alentar a dos o tres ovejas del que has hecho tu rebaño a que hicieran lo mismo fue ruin y rastrero. ¡A mí, que todo lo sé!; ¡a mí, que siempre dedico un exquisito trato a las mujeres a pesar de no merecerlo! Estáis llenas de maldad. Vuestra ignorancia os lleva a creeros con los mismos derechos que los hombres y, en ocasiones, hasta con más derechos que algunos tan sabios y buenos como yo. Hombres modestos, que se han tenido que construir a sí mismos desde cero, con humildad para poder aprender de otros que ya nacieron con dones propios de nuestro género y de los que jamás podréis gozar las mujeres. Hombres justos, que trabajan cada día para que aquellos carentes de cultura logren admirar y agradecer la luz que les guía. Hombres que dedican su tiempo a mostrar lo equivocadas que estáis casi siempre las mujeres, habléis de lo que habléis, ¿y así nos lo agradecéis? ¡¿De verdad creéis que podéis alcanzar la sabiduría de un hombre, insensatas?! 
»Pero las peores son las mujeres como tú, que pretenden ocupar roles específicos para nosotros, los iluminados; que rebaten nuestras enseñanzas; que se rebelan y se resisten al adoctrinamiento.
»¡Vosotras, tú y todas las que os comportáis como libertinas, sois vestigios de la brujería!
»¡A la hoguera!, ¡a la hoguera!
»Desgraciadamente esta sociedad se ha desvirtuado tanto que ahora se os permite cualquier cosa sin aplicar castigo justo. Se me ocurren muchos otros sin que vuestros cuerpos y vuestras dementes mentes chamuscadas nos apesten. Sin embargo, soy un caballero de cabo a rabo, literalmente, por lo que mi venganza será privaros de mi presencia.
»Estoy seguro de que muy pronto aprenderán de mi aleccionador ejemplo otros muchos y os quedaréis solas, sin faro ni guía en vuestras oscuras y estrechas psiques.
»¡Pobres de aquellos que no huyan a tiempo y se dejen embelesar! 
¡Devorados por alguna arpía habrán de pagar su error el resto de sus vidas!


—¡Corten! Esta es buena, chicos. Gracias. Tomaos un descanso. ¡Perfecto, Darío! Una escena impoluta.

—Gracias, Isabel.